Puerta a puerta ofrecía mis tarjetas, viendo delante de mi a mis hermanos.
Para mi era un juego nuevo que mi madre y tía Margarita nos enseñaron.
Nuestro juego tenía algunas reglas ( ufffff!!!! como todo) que no entendía, pero si debía repetir a diario y a coro con mis hermanos antes de salir de casa:
_ No debo entrar a ninguna casa, sólo hablar desde afuera.
- No debo hablar con nadie en la calle.
_ No debo recibir nada mas que el dinero de las tarjetas, que levo anotado en un papel. Nada!!!
_ Volver inmediatamente si se acaban las tarjetas y antes de que oscurezca.
En fin.
Y así pasaban mis días...
Corríamos con mis hermanos, para ver quien ganaba esa casa o la otra!
Compitiendo entre nosotros para ganarnos nuestras propias tarjetas de navidad, con nuestro nombre impreso.
Jugábamos en el camino y nos reíamos de todo y de todos. También hacíamos obras de caridad y aveces ayudábamos a alguna abuelita a llevar sus bolsas de compras y esas cosas.
Pero siempre contentos y seguros de que nos cuidábamos los unos a los otros.
Pero mi curiosidad siempre fue el saber porqué no debo hacer esto o lo otro...... Asi que, cuando alguien me ofrecía entrar a casa, lo hacía con gusto y miedo. Lo hacía a sabiendas de lo que mi madre podía hacerme si se enteraba de que no la obedecí.... Y sus palabras las escuchaba poderosas en m mente y la veía en mi imaginacion......
También recibí dulces y helados que los dueños de casas o almacenes me ofrecían. Alomejor compadeciendose de aquella pequeña niña sonriente que ofrecía sus tarjetas puerta a puerta....
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